Personas de justicia

Publicado por Hasardevi | 17:24 | 0 comentarios »


23 de Noviembre, 2017
Por Hasardevi

Ralph Waldo Emerson decía: "El buen temperamento es muy apreciado, pero queremos justicia con un corazón de acero para combatir a los soberbios". Si sólo se es simpático, aquellos que son arrogantes y despóticos tendrán vía libre para hacer lo que quieran. Sólo aquellos que luchan con el corazón de acero son personas de justicia. 
 Daisaku Ikeda



Es agradable ser considerado simpático por los demás; tener buen talante y ser flexible, atrae simpatías. Por otra parte, no sobra ni cuesta trabajo ser educado y mostrar consideración al otro. Respetar es una obligación y forma parte de una saludable convivencia.

Pero hay límites. No queremos ser tratados de intolerantes pero no podemos simplemente tolerarlo "todo". A este respecto, el filósofo Karl Popper dijo respecto a "la paradoja de la tolerancia": 


La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada, incluso para aquellos que son intolerantes, y no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra el impacto de los intolerantes, lo que sigue es que el tolerante será destruido, y la tolerancia con él. (...) Debemos reclamar el derecho a eliminar a los intolerantes, si es necesario, incluso por la fuerza (...) Por tanto, debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes.
Una paradoja en verdad. Sin embargo no habrá que llegar a la "eliminación"; con combatir a quienes desean imponer una sola visión del mundo, que además resulta injusta para la mayoría, es suficiente. Y ese combate no ha de ser necesariamente violento o ejerciendo la fuerza.

Es atributo del ser humano la capacidad de articular un lenguaje, de disfrutar el arte y la cultura. Tal condición, le otorga al género humano, según creencia de muchos, el derecho a dominar a todas las otras especies. Quizá de aquí parte el error. No se trata de dominio, mucho menos de derecho sobre algo o alguien más. No importa si los otros seres sensibles no tienen el don de la palabra y parecen incapaces de producir arte y cultura. Al que detenta el "don", toca la mayor responsabilidad. El respeto a la dignidad de la vida es irrestricto. 

Hoy en día, se habla incesantemente de la "tolerancia". Tolerar no necesariamente significa respetar; es el caso cuando se trata de "soportar", de permitir o admitir algo que no se aprueba o con lo que realmente no se está de acuerdo. Así, se puede tolerar cierta orientación sexual, conducta o lenguaje, sin agredirle o censurarle, sin que por ello se esté de acuerdo con éstos. La otra acepción es más bien negativa, ya que implica el disimulo ante situaciones que pueden incluso ser ilícitas. En el primer caso, aunque sin convicción, la tolerancia es preferible a que se desconozca abiertamente el derecho de los demás a ser, a manifestarse o expresarse. Por supuesto, nadie está obligado a tolerar la grosería, la mentira, el abuso, etc.

Pero el respeto verdadero hacia el otro, entraña la certeza de que todos los seres humanos están dotados de una dignidad, de que existe una igualdad y un derecho al trato equitativo. Adquirir esa certeza forma parte de un refinamiento del intelecto, se llega a través de un genuino desarrollo espiritual.

Por otra parte, el humanista mexicano Alfonso Reyes decía: 1) Rigor en lo esencial; 2) tolerancia en lo accesorio; 3) abandono de lo inútil. Esto es, sólo lo secundario es tolerable. En lo esencial se debe ser riguroso. Creo que se puede convenir en que la justicia es esencial.

Herbert Vere Evatt , quien colaboró con la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dijo:  "Por cierto, queremos la paz, pero una paz con justicia social, una paz que otorgue a los pueblos de todas las naciones oportunidades positivas para vivir existencias plenas y felices". 

Con respecto al tema de la tolerancia y el respeto, a la luz de lo dicho por Herbert Vere Evatt, el Dr. Daisaku Ikeda, filósofo Budista, expresó lo siguiente:  "Estas palabras tienen mucho en común con nuestro ideal de construir la paz a través de sostener principios correctos. La verdadera paz es inseparable de la justicia, y por eso debemos luchar resueltamente contra las fuerzas negativas que la obstruyen y hacen sufrir a las personas. El bien debe prevalecer. Lo que ansío, más que ninguna otra cosa, es crear una época así".

Las diferencias en los seres humanos son enriquecedoras, sin embargo, parecen suscitar temor, y el miedo, es mal consejero. Si no es posible la verdadera aceptación, el respeto, vale la tolerancia, sobre todo, en lo "accesorio". Pero de ninguna manera se debe tolerar la injusticia, el abuso, la mentira. Eso es "esencial" y se debe ser riguroso. 

Tolerar, cuando no se puede aceptar, respetar, la diferencia, sí. Pero jamás despreciar.
El filósofo Ikeda dice: "La verdadera amistad se nutre a través de la magnanimidad de aceptar y respetar las diferencias." Esto puede también interpretarse como "La paz se nutre a través del respeto y aceptación de las diferencias. 

Sin embargo, en la medida en que defendemos los principios de la tolerancia y el respeto, es indispensable que nuestro corazón sea capaz de detectar y combatir la soberbia del tirano y combatirla, jamás tolerarla.

Trascender diferencias

Publicado por Hasardevi | 16:28 | 0 comentarios »


Por Hasardevi
Octubre 25, 2016




Foto: Boston, Massachusetts por Hasardevi

¿Cómo partir de la nada? Si el tejido social se ha deteriorado tanto, algunas veces al grado de haberse roto, la pregunta surge sobre una mirada angustiante ante lo incierto del futuro de la humanidad.

Crear valor, aún en la peor situación posible, es el reto.

¿Será posible que podamos sentirnos optimistas ante perspectivas más bien limitadas y el avizorar sombrío del futuro inmediato para el planeta? ¿Tiene caso pensar en luchar por mejorar el mundo cuando el margen de acción parece ser tan  estrecho?

Aparentemente los gobiernos y la economía son quienes rigen el mundo; el poder que el resto de la población (se habla del 1% privilegiado y el 99% restante) ha depositado en los que dirigen los destinos del planeta parece haber rebasado lo ideal.

Sin embargo, en diversos puntos del orbe, se busca regenerar el tejido  social, derribar los muros del prejuicio y rebasar los sentimientos de animadversión. Estas no son tareas aparatosas o que requieren impresionantes montos de dinero. Una buena idea y un grupo pequeño pero bien intencionado hace la diferencia. En realidad estos grupos organizados existen, no los vemos a menos que el reflector de los medios los señalen, o aparezcan en las redes o se les otorgue algún premio o reconocimiento.

Pero los esfuerzos cotidianos y desinteresados de gente comprometida socialmente, están ahí, esperando a ser notados por más personas que decidan unir su trabajo y esfuerzo para el bienestar común.

Por algo se empieza... se dice siempre. Ese algo será lo más cercano, aquello sobre lo que sí tenemos absoluto poder: nosotros mismos. Podemos comenzar por analizar nuestras respuestas ante "el otro". Una parte importante del problema es el prejuicio. Pero antes que el prejuicio están "los supuestos" y éstos, a menudo son falsos. Bien mirado, es a partir de estas suposiciones, siempre incompletas, como surge el concepto de "enemigo".

Las diferencias provocan desconfianza, incluso asustan. En lugar del regocijo ante lo nuevo y diferente, invade un sentimiento de recelo. Las definiciones tajantes sobre algo como "bueno o malo". gestan el conflicto, la clasificación del otro. Y el conflicto crece cuando no se hace nada por sobreponerse al temor.  Se debe escoger la acción por encima de la indiferencia. Lo primero es reconocer en el otro su humanidad que en nada difiere de la nuestra. Sin importar cuantas divisiones existan, si nos disponemos a construir puentes, y a no quedarnos con la primera impresión basada en suposiciones, es muy posible que el "enemigo" se convierta en un verdadero amigo cuando se descubren coincidencias inesperadas a través del diálogo. Ganar esta primera batalla librada en el interior de las personas, lleva a subsecuentes victorias, no sobre los otros, sino "con" los otros.