miércoles, 15 de abril de 2009

Karma


El concepto de karma, de larga tradición en varias culturas, en especial asiáticas, a menudo es mal interpretado. Según una concepción negativa, retrógrada, la idea de karma se emplea a menudo para que personas con cualquier clase de carencia o desventaja acepten su situación como algo inevitable, producto de sus propias acciones. De ese modo, el sufrimiento que alguien experimenta en el presente se atribuye a causas generadas en el pasado. Como resultado, al considerarse culpables de sus circunstancias, algunas personas se sienten absolutamente impotentes ante la vida.

Esa es, sin embargo, una severa distorsión del sentido original que se atribuye al concepto de karma en la tradición budista. Aceptar el karma no implica vivir bajo un manto de ansiedad y de culpa, por no saber cuáles fueron las causas negativas que podemos haber cometido en el pasado. Todo lo contrario, significa confiar en que nuestro destino está en nuestras propias manos y en que tenemos a cada instante la capacidad de transformarlo positivamente.

En términos sencillos, el karma, que significa 'acción' señala, justamente, el accionar del principio universal de causa y efecto, similar al que hoy en día es manejado por la ciencia. Esta sostiene que todo en el universo funciona según el principio de la causa y el efecto, de modo que el postulado que señala: "para cada acción existe una reacción igual y opuesta" no nos resulta extraño en absoluto. La diferencia entre la causalidad que la ciencia aplica a lo material y el principio budista de karma radica en que este último no se limita a lo que puede verse o medirse, sino que abarca los aspectos invisibles y espirituales de la vida, como los sentimientos de felicidad o de dolor, de bondad o de crueldad.

En un discurso que pronunció en 1993, el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, definió ambos enfoques y explicó que el concepto budista de la relación causal difería de manera fundamental de la causalidad mecanicista que, de acuerdo con la ciencia moderna, domina el entorno natural objetivo, es decir, un entorno separado de los intereses humanos subjetivos. La causalidad, desde el punto de vista del budismo, abarca una clase de naturaleza mucho más amplia, que incluye la existencia humana. A modo de ejemplo, supongamos que se produce un accidente o que sobreviene otro tipo de desgracia. La teoría mecanicista de la causalidad se puede emplear para determinar las causas del accidente, pero resulta inútil para explicar por qué ciertos individuos están sujetos a sufrir esa clase de tragedias. En rigor, una visión mecanicista de la naturaleza debería anticiparse a ese tipo de preguntas existenciales.

De manera completamente opuesta, el budismo busca resolver directamente los porqués de tales acontecimientos.

Originalmente, la palabra sánscrita "karma" significaba 'trabajo' u 'oficio', e implicaba simplemente el acto de hacer o de confeccionar algo. De acuerdo con el budismo, creamos karma de tres maneras diferentes: con el pensamiento, la palabra y la acción. Las acciones tienen desde luego mayor impacto que las palabras. Del mismo modo, cuando ponemos en palabras nuestras ideas, el karma que creamos posee mayor alcance que el que generamos con el simple acto de pensar. No obstante ello, puesto que tanto las acciones como las palabras nacen del pensamiento, lo que yace en nuestro corazón reviste también una importancia fundamental.

Podemos considerar que el karma constituye de algún modo nuestra personalidad, creada por las tendencias que yacen en lo recóndito de nuestra vida. Los ciclos más profundos de causa y efecto trascienden la existencia presente; son los que determinan la manera en que iniciaremos nuestra jornada en este mundo, es decir, las circunstancias que se manifiestan en el momento de nacer, y los que seguirán teniendo efecto más allá de nuestra muerte. El propósito de la práctica budista es transformar nuestra tendencia básica de vida para desarrollar plenamente nuestro potencial en esta y en otras existencias.

Un antiguo texto budista expresa: "Si queréis comprender las causas que existieron en el pasado, observad los resultados tal como se manifiestan en el presente. Y si queréis comprender qué resultados se manifestarán en el futuro, observad las causas que existen en el presente". (1)

El karma, como cualquier otro elemento en el universo, está en estado de flujo constante. Creamos nuestro propio presente y futuro, según las elecciones que hacemos a cada momento. Entendida desde esa perspectiva, la enseñanza sobre el karma no nos empuja hacia la resignación, sino que nos permite ser los protagonistas del drama de nuestra propia existencia.

[Basado en el artículo publicado en la edición de enero de1999 de la revista SGI Quarterly.]

Notas bibliográficas
(1) The Writings of Nichiren Daishonin (Los escritos de Nichiren Daishonin), Tokio, Soka Gakkai, 1999, vol. 1, pág. 279.

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