Tomado de SGIQ
Traducido por Hasardevi
El budismo es quizá, único en el papel central que se concede a la comunicación de humano a humano. Los sutras, que recopilan las enseñanzas de Shakyamuni, se componen casi en su totalidad de preguntas y respuestas, el diálogo viviente a través del cual el hombre que se hizo conocido como el Buda intentó llevar esperanza, consuelo y una renovada voluntad de vivir a la gente que encontraba. Debido a que interactuaba con gente de toda la sociedad de la India de su tiempo, respondía a la gama completa de sufrimientos humanos, sus ansiedades y preguntas: ¿Qué significa vivir? ¿la muerte? ¿por qué estamos aquí en esta vida? ¿cómo podemos hacer que nuestro tiempo aquí sea significativo y alegre? El hecho de que sus enseñanzas fueran memorizadas, recitadas y posteriormente registradas, es testimonio de la profunda conexión y empatía que formó con aquellos con quienes se relacionaba, y el impacto transformador que tuvo en sus vidas.
Del mismo modo, cuando Nichiren, el fundador en el siglo XIII del Budismo practicado por la SGI, escribe, “La voz hace el trabajo del Buda”, se refiere a nuestra habilidad, a través de las palabras y el lenguaje, de tocar y despertar el más profundo potencial para bien de otras personas. Sus enseñanzas llegaron a nosotros en forma de tratados –muchos de ellos escritos como diálogos que capturan el “estira y afloja” del debate, las dudas y la comprensión- así como numerosas cartas de aliento y guía escritas para sus seguidores. Como Shakyamuni, Nichiren se enfrentó a una gran variedad de experiencias, y sus enseñanzas, si bien respaldada por su inquebrantable confianza en las enseñanzas del Sutra del Loto, son cualquier cosa menos dogmáticas. En una carta a una madre que había perdido a su hijo, por ejemplo, Nichiren simplemente expresó su asombro ante la capacidad de soportar de la madre, compartiendo su propia tristeza por dicha pérdida.
Dentro de la Soka Gakkai, el diálogo –la interacción con los demás- ha sido la base de la organización desde sus comienzos. Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944), el primer presidente, fundó las raíces del movimiento de la Soka Gakkai para la paz sobre la base de encuentros de pequeños grupos de personas. De cara a la creciente hostilidad por parte de los militaristas que dominaban las estructuras de poder del Japón en 1930, Makiguchi fue incansable en su empeño de hablar con las personas y promover el debate. Algunas veces, viajaba a remotos rincones del Japón para encontrarse y discutir sus ideas con sólo una persona.
De forma similar, el Segundo presidente Josei Toda (1900-1958), tenía una asombrosa habilidad para tomar conceptos budistas complejos y hacerlos accesibles a la gente común enfrascada en las realidades de la vida diaria. El comparaba el proceso de la interacción y comunicación humanas, incluyendo las inevitables fricciones, a la forma en la cual la cáscara áspera y sucia de las papas de las montañas japonesas se desprende naturalmente cuando éstas son colocadas juntas en el agua y se friccionan unas contra otras.
Una Humanidad común
Como heredero de este legado, el Presidente de la SGI (Soka Gakkai Internacional) Daisaku Ikeda ha llevado a cabo un amplio programa de diálogos y encuentros con miles de personalidades de todas las procedencias, religiosas, intelectuales, culturales y políticas. Estos esfuerzos se basan en la fe en la piedra angular de la humanidad. Cuando se le preguntó, por ejemplo, por qué viajó a la Unión Soviética a principios de los años setentas –momentos de mayor tensión en la guerra fría-respondió simplemente: porque hay gente. En la Unión Soviética, como en China y los Estados Unidos, él se encontró con líderes políticos, entre ellos Aleksei Kosygin, Zhou Enlai y Henry Kissinger, pero lo hizo a título privado, como ser humano.
Junto con los miembros de la SGI, Ikeda ha usado el diálogo para hacer surgir la energía de las personas y su creatividad, para forjar un movimiento de base eficaz para la paz. Como él mismo escribió en 2009, “Nuestros esfuerzos se basan en la creencia de que es el diálogo, en primer lugar, lo que abre los corazones. Por lento que pueda parecer este proceso, estamos convencidos de que es el camino seguro hacia la paz mundial.”
El diálogo genuino requiere un profundo respeto mutuo que no tema a las diferencias sino que busque aclarar las cosas y ayudar a los participantes en él a encontrar un terreno común en nuevos y profundos niveles. Palabras sencillas, pronunciadas desde una verdadera preocupación por la felicidad del otro puede abrir nuevas vías de entendimiento. Citando a Ikeda: “El diálogo surge de la decisión valiente de conocer a los demás y de ser conocido por otros. Es el esfuerzo persistente y cuidadoso de remover los obstáculos que oscurecen nuestra humanidad compartida”. O, en las palabras del filósofo y educador Otto F. bollnow (1903-91): "La verdad que brota de diálogo no es una cruda y tremenda verdad, sino que es una verdad que brinda consuelo y da sostén a la vida". “A través del diálogo, prosigue Ikeda, podemos llegar a una profunda comprensión recíproca: el diálogo comienza por reconocer claramente las posiciones e intereses de las respectivas partes y así identificar con claridad los obstáculos para progresar, trabajando pacientemente para remover y resolver cada uno de esos obstáculos.”
El Presidente de SGI, Daisaku Ikeda, frecuentemente cita ejemplos y palabras de pensadores religiosos y filósofos que, a través de la historia, han enfatizado el diálogo como medio para despertar la propia conciencia y profundizar el entendimiento. Los diálogos de Sócrates registrados por su discípulo Platón son, para Ikeda, una fuente perpetua de inspiración, un modelo de examen riguroso de las ideas y de los supuestos subyacentes, una ruta de acceso para exorcizar la apatía intelectual o espiritual.
También cita los efectos transformadores del diálogo acentuados por el filósofo judío Martin Buber (1878-1965), quien en su libro Tu y Yo, describe los riesgos y posibilidades que se abren a nosotros cuando reconocemos plenamente la existencia de los demás: "Yo requiero un Tu para llegar a ser; llegando a ser Yo, digo Tu. Toda la vida real es un encuentro.” Martin Buber describe estos genuinos encuentros que tuvieron lugar "en la estrecha senda" de la seriedad y la honestidad.
Recientemente, Ikeda entabló un diálogo con Elise Boulding (1920-2010), la socióloga cuáquera y profesora de estudios para la paz. Cuando se le preguntó acerca de la manera de librar al mundo de la violencia y el terrorismo, dijo que en última instancia, se trata de "escuchar y reunir a la gente en el diálogo y llegar a saber qué tipo de mundo es en el que viven.” A través del diálogo, o de acciones de comunicación, podremos construir la paz. A menudo es difícil entablar el diálogo y más aún, mantenerlo. Toma tiempo crear un clima de confianza, una relación, puntos de acuerdo mutuo, y es todavía más difícil continuar abriendo nuevos puntos en común con ellos. Pero es a través del compromiso en el diálogo en todos los niveles como podemos comenzar a construir una nueva civilización.
La comunicación sincera y el diálogo se erigen en oposición directa a la violencia y a la guerra, así como el impulso a silenciar a los demás mediante la intimidación o la amenaza. Recurrir a la violencia, en definitiva, nace de la frustración por nuestra propia incapacidad para convencer a los demás de la importancia y la validez de nuestras preocupaciones, necesidades y aspiraciones.
La comunicación, tejida de palabras y silencios, atenta a lo que se dice y lo que no se dice, es un acto de creación valiente. Es el amplio y seguro camino hacia un mundo mejor.
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