Al final, la felicidad yace en cómo se establece un sólido sentido de sí mismo o del ser. La felicidad no está en las apariencias externas ni en la vanidad. Es un asunto de lo que se siente interiormente; es una profunda resonancia en la vida de cada quien. Estar colmado cada día con un gratificante sentido de regocijo y propósito, un sentido de tareas cumplidas y profunda satisfacción: la gente que se siente así es feliz. Aquellos que tienen tal sentido de satisfacción aun si se encuentran sumamente ocupados, son mucho más felices que quienes tienen tiempo en sus manos pero se sienten vacíos por dentro.
Daisaku Ikeda
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