Ven, escúchame, soy yo, Eli. Mira
qué consumida, qué pequeña estoy, que sola en el
mundo. Mi piel es como un frágil manto de nieve
azul, blanca y azul de tanta tristeza, como la de
estas tierras siempre heladas donde ahora sobrevivo,
aquí , lejos del sol que
posado en esta piel mía lastimada,
me haría arder en una pira de dolores inauditos
hasta volverme de cenizas puras, a mí, que estoy
hecha de noches y desvelos.
Mira qué fea me estoy poniendo. Yo,
que suelo ser tan linda y misteriosa. Es el ansia,
Me muero de hambre, hambre de
verdad. No puedo engañar a mi
cuerpo con algo que no sea sangre porque me revolvería
violentamente. No tengo mucho tiempo. Si no bebo un poco de
sangre podría diluirme en el éter y no podré
estar más a tu lado, ya no podré mirarte, ni podremos jugar
a no jugar.
gre en un último rito que prolongue esta agonía
perpetua mía que es la inmortalidad?. Mis recuerdos
se pierden en la larga noche que es mi vida
...Ha pasado tanto tiempo, siglos que se acumulanen una luna oculta que me persigue,
sin nada revelarme, porque, amado mío,
"sigo siendo una niña de 10 años, sigo sin entender
tantas cosas, asomándome a la noche
de la vida a través de mis ojos asombrados. Mi
cuerpo y mi alma, las ideas que restallan en mi
cabeza y mis ganas de vivir son de una niña de
10 años, como tú".
"Somos tan iguales, Oskar, aunque tú no
tengas que beber sangre para no morir, aunque
tú no puedas trepar por los muros como
una lagartija de hielo. Lo que nos iguala es esta
infancia siempre arrojada a la esquina de una
habitación, esta soledad que no podemos compartir
con ningún otro solitario de la Tierra más
que con nosotros.
"Sé que tu vida allá afuera es una pesadilla,
pero yo te puedo enseñar a defender ese
espacio reducido que es la vida misma, esa vida
que desconocemos, porque aunque seamos pequeños,
en nosotros puede habitar una fuerza
capaz de derribar muros y arrancar cabezas.
Ellos, los otros, siempre se han aprovechado
de la debilidad de criaturas como tú y como yo,
pero deben saber —los otros— que me tienes
y que te tengo, no sé por cuanto tiempo, no sé
en dónde, pero debemos huir el uno con el otro.
Este mundo no nos comprende, y por eso he
venido hoy por ti...
Déjame entrar
No, no beberé de tu sangre, tú no eres mi
alimento, aunque me nutres, me nutres con
tu tristeza tan parecida y blanca a la de esta
nieve que no deja de caer afuera, con tus ganas
de sobrevivir el pequeño drama de la existencia,
drama que puede crecer hasta la desmesura
y volverse un peligro. Por eso, Oskar,
Déjame entrar
Yo sola no puedo pasar a tu sala, yo por mi
propio pie no puedo recostarme en tu camita
tibia ni me puedo duchar en tu regadera, porque
reventaré en un baño de sangre. Pero si
así lo quieres, Oskar, entraré aun si no me das
permiso, para que veas que soy capaz de morir
por ti, junto a ti, porque entrar a un lugar al
que no somos invitados nos mata. Mira cuánta
sangre me brota como en borbollón por la piel
y la cabeza, mira mis lágrimas de sangre, mis
manos que son cuencos enrojecidos y anegados.
Oskar, me dejaría morir, sólo te pido
Déjame entrar
Porque de morir te dejaría solo, y te necesito.
Déjame entrar a tu sala, a tu recámara en la
cual dormir junto a tu cuerpo, a la regadera de
tu casa para quitarme bajo el agua estos coágulos
densos, estos deltas sanguíneos que me
drenan el alma.
Gracias, Oskar, gracias por dejarme entrar
a tu hogar y a ti, ven, toma mi mano, no tengas
miedo, estoy hambrienta pero no te haré daño,
viajaremos juntos por el mundo de la nieve y la
oscuridad para amarnos, yo así, una niña de 10
años que jamás crecerá, que seguirá jugando
con el viento y las ensoñaciones, alimentándose
de la sangre de los otros, de los distintos a nosotros.
Vamos, no importa si mañana eres Oskar
el hombre, si dejas en tu cama, junto a mí, esta
niñez salvaje y hermosa que nos une. Ahora tú
eres Oskar, mi compañero de infancia, y debo
recostarme a tu lado. ¶
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