lunes, 31 de octubre de 2011

Cebollas Moradas



Por Hasardevi


El cementerio rezumaba soledad. Así le gustaba; la presencia de otros le asustaba, o sólo le incomodaba a veces.
Su paseo matinal se había convertido en una costumbre irrenunciable pero esa tarde, cerca del ocaso, cayó en la cuenta de que ahora paseaba a todas horas por los vericuetos del lugar, entre tumbas y monumentos. Eventualmente hacía una recolección de lagartijas, arañas o alguna luciérnaga distraída
 que atesoraba en su “palacio”, o se divertía con las hojas de colores que volaban al caer.
Llegó al sitio preferido: un mausoleo con puertas desvencijadas que le permitían la entrada sin problema, la vela de la mañana se había consumido pero alguien había encendido una nueva. Era una fuente de calor como quiera que sea.
Se arrellanó en su cama-tumba, cuando un sonido de hojas pisadas le distrajo. Se incorporó de un salto y se resguardó en la oscuridad de otro rincón. Atisbó jadeante pensando en visitas inoportunas a su sagrado espacio, la noche había caído y nada pudo ver, si acaso algunas luciérnagas o fuegos fatuos que le saludaban a lo lejos.
La noche le invitó con una luna cubierta de grises velos, un destello de su luz atravesaba el negro humeante y parecía llamarle a dejar su refugio. Cuando se dio cuenta, había caminado un buen tramo, miró de reojo y descubrió un agujero, una especie de cueva de donde parecía salir un débil lamento... Un miedo sobrecogedor se apoderó de pronto de su cuerpo que se erizó.
A lo lejos, se escuchaban campanadas que rompían la cadencia del silencio apenas interrumpido po¿r el esporádico chirriar de algún grillo. Corrió alejándose pero notó que volvía una y otra vez al mismo lugar. Por fin, el lamento lo llamó de nuevo... Se acercaba hacia la cueva contra su voluntad pero en una especie de irremediable fascinación. “Ven” escuchó... “Ayúdame”... Un pequeño bulto era apenas distinguible entre la bruma.
De pronto un olor penetrante le hizo retroceder: le picaba al aspirarlo y sacudió la cabeza antes de saltar fuera del hoyo.
El lamento le hizo regresar. “Hazles rodar hacia mí... por favor... tengo hambre... desfallezco,” escuchaba en total azoro.
Empujó todo lo que pudo tres pequeñas bolas de las cuales se desprendía el picante aroma. Al fin logró hacerlas rodar hacia el bulto de donde la quejumbrosa voz provenía.
La curiosidad le obligó a permanecer ahí expectante ... de pronto, dijo la voz como de ultratumba:
“Tu serás un ser humano en tu próxima vida”, escuchó decir a quien, antes un pequeño, bulto 
mostraba ahora dos colmillos que brillaban en la oscuridad al clavarse en una de las pesadas esferas que le había acercado. “Una buena obra a un alma inmortal atormentada... un vampiro renunciante a la sangre humana que se alimenta de alimañas y... ”
... ¡¿“Cebollas Moradas”?! gritó... ¡Miiiiiaaaauuuu! ¡son la causa de mi sentencia! al ver que las pesadas esferas que había empujado con su cabecita no eran sino éso precisamente.
* ~ ✿ ~ ☀ ~ ~ *
Minet despertó y saltó de la cama, sin cambiarse el pijama corrió hacia la casa vecina y se asomó por la ventana. Una cara sonriente le miraba desde la ofrenda con calaveras de azúcar, cigarros faros, cañas, mandarinas, tequila, pan de muerto y... ¡Cebollas Moradas!


miércoles, 26 de octubre de 2011


Considerar las dificultades en la vida como desgracias o entenderlas como buena fortuna, depende enteramente de cuánto hayamos forjado nuestra determinación interior. Todo depende de nuestra actitud o estado interior de vida. Con un espíritu intrépido, podemos llevar una vida alegre y entusiasta. Podemos desarrollar un "yo" de tal fortaleza que podamos esperar con ansia las pruebas y adversidades de la vida con un sentido de profundo regocijo y espíritu en alto: "¡Vengan obstáculos! ¡Esta es la oportunidad que he estado esperando!"

Daisaku Ikeda
Foto por Jeremías (at The House of The Seven Gables, Salem)

lunes, 24 de octubre de 2011

"Aprendí que no puedo cambiar el mundo con una estúpida película"

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Esto dice el director de cine húngaro Bela Tarr. Una visión cruda, palabra sin concesiones, pero que se acerca cálidamente en su humanidad compartida. Aquí algo de lo que responde en la entrevista que le hacen en La Jornada. En el link de abajo se puede leer el artículo completo.


"Voy a abrir una escuela y me convertiré en productor para proteger a algunos cineastas jóvenes de esta industria que siempre está ordenando a los directores qué hacer"

“No pienso en si he aportado algo al cine, simplemente las veo como películas, películas donde puedes ver personas y cómo se hablan con los ojos unos a otros, cómo aman y pelean por la vida... cómo mueren. Cuando te enfrentas con la realidad, ahí no eres un cinerrealizador: eres otro ser humano que quiere entender y necesitas empatía para entender a la otra persona, porque tú eres un poco él o ella. A mí no me importa la parte de filmar ni la fama, sólo el impulso de compartir lo que veo, lo demás no me importa... lo mejor de todo es que aquí en Morelia están proyectando mi primera película, que se hizo hace 34 años, y la gente joven la está viendo. Nada importa cuando ves a estas personas viendo a otras personas en la pantalla; después de eso no hay nada".




La Jornada: Aprendí que no puedo cambiar el mundo con una estúpida película

sábado, 15 de octubre de 2011

Foto por Jeremías (Faro en Belle Island)

El intelecto jugará un papel de gran importancia en la era por venir. Por intelecto me refiero a la sabiduría refinada, razonamiento claro, profunda filosofía y amplio conocimiento en todas las ramas. Estamos ingresando en una era en la que las personas desarrollarán su inteligencia y sabiduría, impregnando a la sociedad con una nueva perspectiva.

Daisaku Ikeda

jueves, 13 de octubre de 2011

Foto por Hasardevi
La toma de conciencia de la muerte nos permite vivir cada día, cada momento, lleno de agradecimiento por la oportunidad única que tenemos para crear algo en nuestro paso por la Tierra. Creo que, a fin de disfrutar de una verdadera felicidad, debemos vivir cada momento como si fuera el último. El hoy nunca volverá. Podemos hablar del pasado o del futuro, pero la única realidad que tenemos es la del instante presente. Y confrontar la realidad de la muerte, realmente nos permite aportar creatividad ilimitada, valor y alegría en cada instante de nuestra vida.

Daisaku Ikeda