Por John F. Schumaker

Traducción por Hasardevi

Estamos obsesionados con la felicidad. A cada paso se encuentran libros, artículos, programas de radio y TV, videos y sitios Web de cómo ser feliz. Hay institutos, campamentos, clubes, clases, cruceros, talleres y retiros sobre el particular. En las universidades se están agregando cursos de Estudios sobre la Felicidad. Proliferan las profesiones que incluyen asesoría y orientación sobre la felicidad, orientación sobre superación personal, ciencia de la alegría y la felicidad. La felicidad personal es un gran negocio y todo el mundo lo vende. Sin embargo, encontramos que la depresión va en aumento.

Hay varias razones para que la epidemia de depresión en la sociedad de Occidente, empeore. Todo significado del sistema se ha marchitado. El propósito de la vida se ha reducido a “sentirse bien”. La inocencia, la savia vital de la felicidad, es obsoleta. Vivimos en un substrato cultural idóneo para la depresión.

Nuestra era de materialismo cultiva un descontento perpetuo. La vida de las personas está dominada por un exceso de complicaciones, de competencia, estrés, rabia, aburrimiento, soledad y confusión existencial. Estamos a punto de ser eliminados de la naturaleza, nos casamos con el trabajo, a la deriva en lo que respecta a familia y amigos, famélicos espiritualmente, privados de sueño, fuera de forma físicamente, haciéndonos tontos y esclavos de las deudas.

Por lo general, enganchamos al ego excesos de todo tipo, carga emocional, ambiciones, poder personal. Y todo es un fracaso sorprendente. Actualmente, el éxito se ha convertido en un plan para el fracaso y el hambre espiritual, así como la depresión.

Los profesionales de la salud enfrentan nuevas epidemias de “enfermedad de la prisa”, el “síndrome de la intoxicación con el éxito”, la “familia frenética”, “el niño sobre-comercializado” y la “pleonexia” que se refiere a una codicia fuera de control.

Exagerar el Deseo

Demasiado ya no es suficiente. Muchos se esfuerzan a tal grado que tienen dificultad para sentir algo. En el fondo, la crisis de la depresión es una metáfora para la falta vigor, de espíritu que impregna la vida contemporánea. Somos las personas más desgraciadas de la historia si medimos el bienestar en términos de salud mental, crecimiento personal o un sentido general de vitalidad.

Los Navajos de Norte América evalúan la calidad de vida en términos de la conquista de la belleza universal, o lo que ellos llaman “hózhó”. En contraste, las culturas del consumo le dan el valor supremo a la exageración del deseo y a la saturación del yo, reduciendo la vida a una suerte de onanismo emocional. Nuestra incesante búsqueda de “satisfacción” es en realidad lo que contribuye principalmente a la epidemia de depresión. En su obra clásica de 1863 Utilitarismo, John Stuart Mill escribió: “Mejor un ser humano inconforme que un cerdo satisfecho. Mejor ser Sócrates insatisfecho que un tonto conforme.”

Para preservar el “raro valor” de los regales de la vida, uno debe resistirse a envolverse en un paraíso. Mantener el paraíso a distancia, aunque al alcance de la mano, es una mucho mejor manera de mantenerse vivo. La gente que lo tiene todo debe aprender el arte de considerar las carencias.

El autor John Updike advierte en “América es una gran conspiración para hacerlo feliz”, sobre la masa superficial y tranquilizante que prevalece cuando el éxito económico conspira para definir nuestra existencia. “Me beneficio, luego existo”. Engullo para ser feliz. Y después, a pagar con la depresión.

Los gobiernos son los principales protagonistas en la conspiración de la felicidad. Cualquier acción política encaminada a una mayor felicidad basada en la amistad entre las personas y ser amigable con el planeta, seguramente encontrará una feroz resistencia. Los mejores consumidores son narcisistas irritados que saltan de un deseo efímero al siguiente, sin estar jamás satisfechos en su interior, sino siempre en el proceso de satisfacerse a sí mismos. Todo nuestro sistema socio-económico está diseñado para dar lugar a este tipio de “ciudadano ideal” quien, desafortunadamente, se deprime a menudo. La alegría es la mayor amenaza a la codicia económica, un ser humano satisfecho en lo profundo de sí, no conviene al sistema.

Comparación Cultural

Las causas de la depresión son más culturales que biológicas o genéticas. Sabemos esto debido a la abundancia de datos antropológicos e interculturales de los que disponemos. A través de los años, he escrito sobre numerosas sociedades que carecen de la así llamada “depresión clínica” como la conocemos en el Occidente. Algunas de éstas en África. Recientemente se comentaba por parte de una agencia de socorro en Kenya que los voluntarios estaban sorprendidos por el entusiasmo y alegría de la gente originaria de ahí, así como de su aparente inmunidad a la depresión. Se convirtió en lugar común para ellos decir: “La gente es tan pobre, no tienen nada y así y todo, son tan alegres y parecen tan felices”.

No me sorprendió que una nación africana, Nigeria, se descubriera recientemente como el “más feliz país” del mundo. El estudio de “sociedades felices” nos está despertando a la importancia de la capacidad de conexión social, profundidad espiritual, simplicidad, expectativas modestas, gratitud, paciencia, el contacto físico, la música, el movimiento, el juego, “tiempo de reposo” y un cierto grado de prescindir, de no necesitar tanto...

Ladakh[1], llamado en ocasiones "Pequeño Tibet" por su aspecto geográfico y por su cultura autóctona, está habitado por una población de ascendencia indoaria y tibetanos. Es una de las zonas menos pobladas de Cachemira. Históricamente, la región incluía los valles de Baltistán (Baltiyul), el valle del Indo, Zanskar, Lahaul y Spiti hacia el sur, por el este Ngari incluida la región de Rudok y Guge, y por el norte los valles de Nubras a través del Khardung La en la cadena montañosa de Ladakh.

Esta pequeña región himalaya de Ladakh es uno de los mejores ejemplos documentados de una sociedad feliz y libre de depresión. Helena Norberg-Hodge escribió en Ancient Futures (Futuros Antiguos), que sus pobladores eran personas notablemente vitales y gozosas que vivían en una exquisita armonía con su rudo ambiente. La cultura Ladakhi generaba el respeto mutuo, una conciencia de la comunidad, un afán de compartir, reverencia por la naturaleza, gratitud y amor por la vida.

Su sistema de valores reproducía la ternura, empatía, cortesía, conciencia espiritual y conservación ambiental. La violencia, la discriminación la avaricia y el abuso de poder eran inexistentes en su sociedad. No se encontraba por ningún lado gente deprimida, emocionalmente exhausta y obesa. Pero en 1980, el capitalismo consumista llegó tocando con su “prodigalidad” acostumbrada en crear expectativas y trajo la enfermedad social. Al año siguiente, el recién nombrado Comisionado para el Desarrollo de Ladakh anunció lo siguiente: “Si queremos que Ladakh se desarrolle, tenemos que pensar en cómo hacer a estas personas (sus habitantes) más codiciosas”.

Los desarrolladores triunfaron y una economía de la codicia echó raíces. La cuestión es que hoy en día está disminuyendo la salud mental (concretamente más casos de depresión), hay desintegración familiar, delincuencia, degradación de los suelos, una creciente brecha entre ricos y pobres, contaminación y la expansión de la mancha urbana.

Restaurando la Salud

En su libro ¿Qué Significa el Desarrollo? Ted Trainer se refiere a Ladakh antes de 1980, como a una “cultura superior”, gente excepcionalmente bien ajustada a su medio y “notoriamente feliz”. El ve en su trágica historia la aleccionadora reflexión acerca de nuestros nobles objetivos de “desarrollo y progreso”. En su mayor parte, esto es un mito conveniente que sirve para producir más bien sociedades materialistas que personas saludables tanto física como mentalmente.

Algunas personas desilusionadas, incluyéndome a mí, están adoptando la "sociedad aislada" como técnica para protegerse a sí mismos y sus familias.

Radical groups are even resorting to "culture jamming." Grupos radicales incluso echan mano de “un bloqueo cultural”. Obviamente ya es tiempo de contradecir a nuestro tiempo, algo que puede hacerse con amor compasivo, y sin agregar más tensiones a las ya existentes en el mundo.

Una de las 50 “llaves de la felicidad” que incorporé a mi nuevo libro En Busca de la Felicidad, es una delicada línea del filósofo Friedrich Nietzche: “Precisamente lo menos, lo más suave, lo más ligero, el susurro de una lagartija, un aliento, un momento: lo pequeño marca el camino a la mejor felicidad.” Paradójicamente, lo bueno de la vida está más cerca cuando nos arrodillamos que cuando nos elevamos. Nuestro propio estado de vacío, puede ser una gran fuente de alegría.

John F. Schumaker es un psicólogo y crítico social nacido en los Estados Unidos de Norteamérica que vive actualmente en Christchurch, en Nueva Zelanda. Su nuevo libro es En Busca de la Felicidad: Entendiendo un Estado mental en Vía de Extinción. También es autor de La Era de la Irracionalidad, que examina las consecuencias para la salud mental de la moderna vida consumista.



[1] Ladakh (del tibetano el hindi y el urdu: "tierra de los pasos elevados") es una región en el estado indio de Jammu y Cachemira; se encuentra delimitada por el norte por las montañas Kunlun y la cadena de los Himalayas por el sur.