El concepto budista de "yo superior" proporciona el marco para el tipo de transformación que se necesita en la conciencia para restaurar la armonía de la vida en nuestro planeta.La idea del "yo superior" se discute a veces en términos muy abstractos y cosmológicos, y esto puede servir de barrera para la comprensión del aspecto práctico de su significado. El "yo superior" puede ser descrito, simplemente, como un sentido del yo que se identifica plenamente y establece lazos de empatía con el sufrimiento de los demás y, de esta manera, se motiva a aliviar esa aflicción. Es una naturaleza abierta y expansiva ampliada por una identificación que se extiende no sólo a las demás personas, sino a todo lo que existe y, por consiguiente, al medio ambiente natural. Es un "yo" que tiene como base un profundo respeto por la dignidad de toda forma de vida –incluyendo la suya propia– y una sabiduría que percibe la inseparable interdependencia de todo y de todos.
Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford
Este tipo de condición de vida expansiva contrasta con el "pequeño ego" o "yo inferior" (en japonés shoga) el cual es más limitado, y está definido por intereses y deseos egoístas.
El budismo da forma a la aspiración y al esfuerzo continuo por expandir la condición de vida para manifestar el "yo superior" –un proceso de lucha dirigida al interior que el segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, denominó "revolución humana".
Es importante notar que desarrollar el "yo superior" no significa sólo cambiar pasivamente la percepción de las cosas. Es algo que debe reflejarse en las decisiones y en las acciones que entretejen la estructura de nuestra cotidianidad. Específicamente, el yo superior se expresa en un sentido de responsabilidad más amplio y en un deseo por contribuir con el bienestar de los demás y del planeta. Este sentido de responsabilidad y compromiso impulsa el crecimiento de nuestras capacidades humanas, las cuales extendemos para convertirnos en una influencia positiva en nuestro medio ambiente.
Un nuevo ideal La degradación ambiental y el desinterés social que plagan nuestra civilización contemporánea son síntomas de que la humanidad, colectivamente, no ha trascendido al "yo inferior". El consumismo que alienta los deseos insaciables; la discriminación que exagera el significado de las diferencias entre las personas, que no nos deja ver que todos somos seres humanos y que, a veces, justifica la opresión y la violencia; la sombría insensibilidad hacia las demás formas de vida con las que compartimos el planeta –todos estos son ejemplos del "pequeño ego" en acción.
Pero el punto no está en, simplemente, negar o reprimir al "yo inferior", sus deseos e impulsos; lo que tenemos que aprender es a trasformar y redirigir estos deseos e impulsos. Hay que cambiar de una cultura obsesionada por los bienes materiales, a otra centrada en los valores culturales y humanos. Esto se refiere a un cambio de enfoque, citando la Carta de la Tierra, de "tener más" a "ser más".
En un sentido más general, cualquier proceso de cambio consciente comienza con abrazar un ideal o establecer la intención de avanzar en una dirección positiva y ascendente. Nuestro crecimiento como seres humanos requiere que tengamos ideales por los cuales esforzarnos. El Buda, en este sentido, es una proyección o manifestación de los aspectos más positivos y de la bondad inherente al corazón humano. De esta manera, como lo escribe Nichiren, el "Buda verdadero" no es otro que el "mortal común". La budeidad no es algo alejado, por el contrario, se manifiesta en las acciones de las personas comunes que se empeñan en hacer realidad ese ideal.
La característica clave de un buda es la intensa preocupación y el esfuerzo constante por la felicidad de los demás. Anclado en las realidades de la época y la sociedad, un buda busca continuamente caminos para aliviar la miseria de los demás e incrementar su felicidad, buscando con genuino afán su crecimiento e independencia a través de esfuerzos que están libres de cualquier intento de dominio o control.
Es precisamente desafiando nuestro egocentrismo, a través de una acción altruista comprometida, que podemos expandir y ampliar nuestro "yo inferior" en busca del ideal del "yo superior". Nuestra vida se expande, al igual que nuestra capacidad para la felicidad, hasta el punto de que emprendemos acciones por la felicidad de los demás. Esa expansión hace emerger sabiduría de nuestra vida, y nos permite ser mucho más efectivos en estos esfuerzos compasivos.
El concepto de "yo superior" ofrece una visión esperanzadora, y la seguridad de que podemos comenzar –en este preciso momento, justo donde estamos y tal como somos– a transformar el mundo.
[ Cortesía de la revista SGI Quarterly, edición de abril de 2006 ]
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