Por Hasardevi
Octubre 25, 2016
Foto: Boston, Massachusetts por Hasardevi
¿Cómo partir de la nada? Si el tejido social se ha deteriorado tanto, algunas veces al grado de haberse roto, la pregunta surge sobre una mirada angustiante ante lo incierto del futuro de la humanidad.
Crear valor, aún en la peor situación posible, es el reto.
¿Será posible que podamos sentirnos optimistas ante perspectivas más bien limitadas y el avizorar sombrío del futuro inmediato para el planeta? ¿Tiene caso pensar en luchar por mejorar el mundo cuando el margen de acción parece ser tan estrecho?
Aparentemente los gobiernos y la economía son quienes rigen el mundo; el poder que el resto de la población (se habla del 1% privilegiado y el 99% restante) ha depositado en los que dirigen los destinos del planeta parece haber rebasado lo ideal.
Sin embargo, en diversos puntos del orbe, se busca regenerar el tejido social, derribar los muros del prejuicio y rebasar los sentimientos de animadversión. Estas no son tareas aparatosas o que requieren impresionantes montos de dinero. Una buena idea y un grupo pequeño pero bien intencionado hace la diferencia. En realidad estos grupos organizados existen, no los vemos a menos que el reflector de los medios los señalen, o aparezcan en las redes o se les otorgue algún premio o reconocimiento.
Pero los esfuerzos cotidianos y desinteresados de gente comprometida socialmente, están ahí, esperando a ser notados por más personas que decidan unir su trabajo y esfuerzo para el bienestar común.
Por algo se empieza... se dice siempre. Ese algo será lo más cercano, aquello sobre lo que sí tenemos absoluto poder: nosotros mismos. Podemos comenzar por analizar nuestras respuestas ante "el otro". Una parte importante del problema es el prejuicio. Pero antes que el prejuicio están "los supuestos" y éstos, a menudo son falsos. Bien mirado, es a partir de estas suposiciones, siempre incompletas, como surge el concepto de "enemigo".
Las diferencias provocan desconfianza, incluso asustan. En lugar del regocijo ante lo nuevo y diferente, invade un sentimiento de recelo. Las definiciones tajantes sobre algo como "bueno o malo". gestan el conflicto, la clasificación del otro. Y el conflicto crece cuando no se hace nada por sobreponerse al temor. Se debe escoger la acción por encima de la indiferencia. Lo primero es reconocer en el otro su humanidad que en nada difiere de la nuestra. Sin importar cuantas divisiones existan, si nos disponemos a construir puentes, y a no quedarnos con la primera impresión basada en suposiciones, es muy posible que el "enemigo" se convierta en un verdadero amigo cuando se descubren coincidencias inesperadas a través del diálogo. Ganar esta primera batalla librada en el interior de las personas, lleva a subsecuentes victorias, no sobre los otros, sino "con" los otros.
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