Déjame Entrar

Publicado por Hasardevi | 19:42 | 0 comentarios »




Ven, escúchame, soy yo, Eli. Mira

qué consumida, qué pequeña estoy, que sola en el

mundo. Mi piel es como un frágil manto de nieve

azul, blanca y azul de tanta tristeza, como la de

estas tierras siempre heladas donde ahora sobrevivo,

aquí , lejos del sol que

posado en esta piel mía lastimada,

me haría arder en una pira de dolores inauditos

hasta volverme de cenizas puras, a mí, que estoy

hecha de noches y desvelos.

Mira qué fea me estoy poniendo. Yo,

que suelo ser tan linda y misteriosa. Es el ansia,

Me muero de hambre, hambre de

verdad. No puedo engañar a mi

cuerpo con algo que no sea sangre porque me revolvería

violentamente. No tengo mucho tiempo. Si no bebo un poco de

sangre podría diluirme en el éter y no podré

estar más a tu lado, ya no podré mirarte, ni podremos jugar

a no jugar.

¿Te dejarías abrir el cuello y darme de tu san-

gre en un último rito que prolongue esta agonía

perpetua mía que es la inmortalidad?. Mis recuerdos

se pierden en la larga noche que es mi vida

...Ha pasado tanto tiempo, siglos que se acumulan

en una luna oculta que me persigue,

sin nada revelarme, porque, amado mío,

"sigo siendo una niña de 10 años, sigo sin entender

tantas cosas, asomándome a la noche

de la vida a través de mis ojos asombrados. Mi

cuerpo y mi alma, las ideas que restallan en mi

cabeza y mis ganas de vivir son de una niña de

10 años, como tú".

"Somos tan iguales, Oskar, aunque tú no

tengas que beber sangre para no morir, aunque

tú no puedas trepar por los muros como

una lagartija de hielo. Lo que nos iguala es esta

infancia siempre arrojada a la esquina de una

habitación, esta soledad que no podemos compartir

con ningún otro solitario de la Tierra más

que con nosotros.

"Sé que tu vida allá afuera es una pesadilla,

pero yo te puedo enseñar a defender ese

espacio reducido que es la vida misma, esa vida

que desconocemos, porque aunque seamos pequeños,

en nosotros puede habitar una fuerza

capaz de derribar muros y arrancar cabezas.

Ellos, los otros, siempre se han aprovechado

de la debilidad de criaturas como tú y como yo,

pero deben saber —los otros— que me tienes

y que te tengo, no sé por cuanto tiempo, no sé

en dónde, pero debemos huir el uno con el otro.

Este mundo no nos comprende, y por eso he

venido hoy por ti...

Déjame entrar

No, no beberé de tu sangre, tú no eres mi

alimento, aunque me nutres, me nutres con

tu tristeza tan parecida y blanca a la de esta

nieve que no deja de caer afuera, con tus ganas

de sobrevivir el pequeño drama de la existencia,

drama que puede crecer hasta la desmesura

y volverse un peligro. Por eso, Oskar,

Déjame entrar

Yo sola no puedo pasar a tu sala, yo por mi

propio pie no puedo recostarme en tu camita

tibia ni me puedo duchar en tu regadera, porque

reventaré en un baño de sangre. Pero si

así lo quieres, Oskar, entraré aun si no me das

permiso, para que veas que soy capaz de morir

por ti, junto a ti, porque entrar a un lugar al

que no somos invitados nos mata. Mira cuánta

sangre me brota como en borbollón por la piel

y la cabeza, mira mis lágrimas de sangre, mis

manos que son cuencos enrojecidos y anegados.

Oskar, me dejaría morir, sólo te pido

Déjame entrar

Porque de morir te dejaría solo, y te necesito.

Déjame entrar a tu sala, a tu recámara en la

cual dormir junto a tu cuerpo, a la regadera de

tu casa para quitarme bajo el agua estos coágulos

densos, estos deltas sanguíneos que me

drenan el alma.

Gracias, Oskar, gracias por dejarme entrar

a tu hogar y a ti, ven, toma mi mano, no tengas

miedo, estoy hambrienta pero no te haré daño,

viajaremos juntos por el mundo de la nieve y la

oscuridad para amarnos, yo así, una niña de 10

años que jamás crecerá, que seguirá jugando

con el viento y las ensoñaciones, alimentándose

de la sangre de los otros, de los distintos a nosotros.

Vamos, no importa si mañana eres Oskar

el hombre, si dejas en tu cama, junto a mí, esta

niñez salvaje y hermosa que nos une. Ahora tú

eres Oskar, mi compañero de infancia, y debo

recostarme a tu lado. ¶


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