de Antoine de Saint-Exupéry

Saint-Exupéry apenas cabía en los aviones que pilotaba, no sabía qué decir cuando alguien lo alababa, se sentía piloto entre los escritores y escritor entre los pilotos: era maestro en el difícil arte de sobrellevar la incomodidad. Dicen que solo escribía de aquello que había vivido.

"Este es sin duda el por qué, amigo mío, tengo semejante necesidad de tu amistad. Tengo sed de un amigo que, por encima de los litigios de la razón respete en mí al peregrino que va hacia ese resplandor. Tengo necesidad de gustar algunas veces, por adelantado, del calor prometido y de descansar, un poco al margen de mí mismo, pensando en esa meta que será nuestra.

¡Estoy tan cansado de polémicas, exclusivismos y fanatismos! Puedo entrar en tu casa sin ataviarme con ningún uniforme, sin verme obligado a recitar un Corán, sin tener que renunciar a nada de mi patria interior.

A tu lado no tengo que disculparme, no tengo que defender, no tengo nada qué probar; encuentro la paz.Por encima de mis pobres palabras, por encima de razonamientos que pueden confundirme, tú consideras en mí, simplemente, al Hombre. Honras en mí al embajador de unas creencias, costumbres y amores particulares. Si difiero de tí, lejos de herirte, te engrandezco. Me haces preguntas como se interroga al viajero."

Yo, como todos, necesito ser reconocido, contigo me siento limpio y por eso me dirijo a ti. Necesito ir a donde me sienta limpio. No han sido mis fórmulas ni mis andanzas las que te han permitido saber quién soy: ha sido el aceptar quién soy lo que, en todo caso, te ha hecho ser indulgente tanto con estas andanzas como con aquellas fórmulas.

Te estoy agradecido por haberme admitido como soy. ¿Para qué necesito un amigo que me juzgue? Si acepto a un amigo que cojea en mi mesa, le ruego que se siente, no le pido que baile.Amigo mío ¡te necesito como a la cima en la que se puede respirar! Necesito volver a acodarme, a tu lado, a las orillas del Saóne, en una mesa de un pequeño mesón de tablas mal ensambladas, y allí invitar a dos marineros con los que brindaremos en medio de la paz de una sonrisa luminosa como el día.

1 comentarios

  1. Anónimo // 18 de febrero de 2009, 20:54  

    No cabe duda que la amistad no debe limites

Publicar un comentario