Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.
René Descartes
Filosofar ¿es analizar? ¿encontrar sentido a las cosas? ¿buscar respuestas? quizá ¿elaborar juicios?
Porque, justo leía sobre la importancia del silencio interior y la abstención de hacer juicios de valor constantemente, de prejuzgar, en otras palabras. Meditar, en el sentido sagrado o religioso del término, no es propiamente reflexionar; para reflexionar hay que echar a andar la maquinaria del cerebro: ponernos a pensar y quizá, eso nos lleve a filosofar... En la meditación se busca el silencio, detener el diálogo interno, para poder “escuchar” el latido del cosmos en el interior del micro cosmos que somos.
Pero filosofar, tampoco es leer filosofía, o citar a los filósofos. Se busca el objeto del estudio y se analiza, así: “objetivamente.” Cuando meditamos, podemos sentir nuestro dolor (me refiero al del “alma” aunque el dolor físico también se “siente” por estímulos cerebrales), no lo analizamos, sólo lo sentimos. Al racionalizar dicho dolor, comenzamos a filosofar. Si filosofar se refiere al “amor por la sabiduría” que la filosofía implica, entonces buscar una razón para las cosas, ¿involucra amor? Porque, ¿es el dolor real o imaginario? Y aquí nos desviamos al campo de la Psicología. Las emociones son más bien ¿inventos? o ¿surgen de lo profundo de la vida como respuesta al mundo circundante?
Si filosofar es intentar comprender la realidad que nos circunda y por eso es “objetiva”, entonces el objeto de su análisis sólo puede estar en la realidad. Estamos en problemas. ¿Cuál es la realidad?, porque cada cual la percibe a su manera. ¿Puede la realidad ser distorsionada? absolutamente.
Los medios masivos de comunicación son expertos en distorsionar la realidad, en acomodarla, en inclinar la balanza según los intereses predominantes que, hoy en día –y siempre ha sido así- son los de aquellos que detentan el poder. El poder material, desde luego. Volviendo a la realidad, o realidades, no puedo menos que referirme al libro que me proporcionó una base científica para sostener esto de las distintas percepciones de la realidad: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, del neurólogo Oliver Sacks. En dicho libro se asienta cómo algunos males neurológicos inducen al cerebro a percibir la realidad circundante, generalmente aceptada por otros que presencian los mismos objetos materiales, incluyendo a las personas, de una manera completamente diferente.
El autor de dicho libro y otros más entre ellos Despertares que dio lugar a la famosa película, admitió, sin embargo, que él atestiguó cómo algunos de esos seres que vivían una realidad aparte y que en su mayoría estaban impedidos para interactuar “normalmente” en sociedad, sentían una paz interior cuando vivían el fenómeno “religioso” (sea la religión que fuere) o más bien, “espiritual”. Referían que en tales momentos, podían “conectarse” con lo divino, o consigo mismos, y sentirse seguros.
Hoy en día, como nunca, la realidad circundante está siendo manipulada y distorsionada a grado tal, que difícilmente se puede comprender algún fenómeno sin “escarbar” suficientemente.
Se vive en el miedo. Se vive en el apego extremo a todo lo material y a lo superfluo. Las creencias se imponen por sobre la búsqueda de la verdad, que es objeto de la filosofía. Incluso se busca hacerla banal con frases como: “dejar de filosofar e ir directo al asunto”, como si reflexionar sobre un concepto, razonar sobre los hechos objetivos, fuera pérdida de tiempo. Racionalizar el miedo, es la mejor forma de enfrentarlo, de derrotarlo incluso.
Analizar los hechos, pero también los sentimientos, y esto conlleva a lo psicológico, implica un ejercicio de cuestionamiento de los hechos y sus causas, pero también de sí mismo y de las propias creencias, lo cual puede ayudar a centrarse en la “conciencia”. Filosofar involucra análisis, racionalización, pero también creatividad, llegar incluso a conclusiones “absurdas” por inéditas. O... a captar por fin lo “obvio”.
La lectura de un artículo sobre un “medidor” de la conciencia me empujó a escribir todo esto. El Dr. Giulio Tononi, quien ha dedicado gran parte de su vida a desarrollar una teoría sobre la conciencia, llevado en un principio por su interés en la ética, desea acceder a la medición de los grados de conciencia.
“La conciencia siempre ha sido campo de filósofos, y la mayoría de los médicos se mantienen alejados de sus especulaciones abstractas”. “Después de todo, continúa el artículo del New York Times, debatir sobre puntos como un cerebro flotando en una tina no dice mucho de cuánta anestesia debe usarse en un paciente”.
“Sin embargo, la teoría del Dr. Tononi es muy diferente, en potencia. El y sus colegas están traduciendo la poesía de nuestras experiencias conscientes en el lenguaje preciso de las matemáticas. Para hacerlo, están adaptando información teórica, una rama de la ciencia que originalmente se aplica a computadoras y telecomunicaciones. Si el Dr. Tononi está en lo correcto, él y sus colegas pueden ser capaces de construir un “metro de la conciencia” que los doctores pueden usar para medir la conciencia tan fácilmente como miden la presión sanguínea y la temperatura corporal”.
La obsesión del Dr. Tononi por la conciencia se desprende de su convicción en que las cuestiones de la responsabilidad personal dependen de la conciencia que tengamos de nuestras propias acciones. Así que tenía que descifrar primero la conciencia, lo cual lo ha mantenido ocupado la mayor parte de su vida como él mismo dice. Para estudiar la conciencia decidió ser psiquiatra y una experiencia con un paciente en estado vegetativo le convenció de que la comprensión de la conciencia no era sólo materia de la filosofía ya que se involucran cosas tan prácticas como saber si estos pacientes sienten o no dolor, y según su propio aserto, sobre esto la ciencia no dice nada.
El Dr. Tononi se volvió un experto en un estado de conciencia alterado que todos experimentamos: el sueño. Para él, el sueño es un constante recordatorio de lo misteriosa que es la conciencia. Cada noche la perdemos y cada mañana regresa a nosotros.
En las décadas recientes, los neurocientíficos han construido modelos que describen cómo emerge la conciencia del cerebro. Algunos investigadores proponen que la conciencia es originada por la sincronización de neuronas a través del cerebro. Que la armonía permite al cerebro reunir diferentes percepciones en una única experiencia consciente.
Para el Dr. Tononi estos modelos tienen serios problemas. Por ejemplo, cuando la gente pierde la conciencia en ataques epilépticos, sus ondas cerebrales se hacen más sincronizadas. Si la sincronización fuera la clave de la conciencia, se esperaría que los episodios epilépticos acrecentaran la conciencia de la gente en lugar de dejarla inconsciente.
Inspirándose en estudios realizados por un ingeniero que utilizaba fotodiodos, semiconductores sensibles a la luz, para estudiar las respuestas a ésta, Tononi comenzó a pensar en la conciencia de una manera diferente, como una forma particularmente rica de información. Nuestras neuronas son básicamente finos fotodiodos que producen estallidos eléctricos en respuesta a señales entrantes. Pero las experiencias conscientes que producen, contienen mucho más información que en un solo diodo. Es decir, se reduce mucho la incertidumbre ya que mientras un fotodiodo puede estar en uno o dos estados, nuestro cerebro puede estar en uno o trillones de estados. De modo que mientras un fotodiodo puede distinguir entre luz y oscuridad, pero no entre niveles de luz o entre una pantalla que refleja una película de Chaplin u otra que proyecta un anuncio comercial de papas fritas, nosotros si distinguimos entre una película de Chaplin y unas papas fritas y más aún, nuestro cerebro puede ir en un estado distinto de un marco de la película al siguiente. “Uno de dos no es mucha información, pero si es uno de trillones, eso es mucho.”
Con lo anterior, podemos vislumbrar apenas la complejidad e importancia de la conciencia humana.
Por otra parte, el Dr. Chopra hablaba de cómo, al cobrar conciencia de sí misma, la gente podría quizá mirar lo obvio con una nueva luz.
Si cada cual está convencido de su propia realidad, de acuerdo a su nivel de conciencia, habrá que ir más allá de la propia mente. Algunas de las creencias que guían nuestros actos, a veces las más poderosas, están escondidas en el inconsciente. Traemos un bagaje de condicionamiento del pasado que pesa en nuestras vidas y el cual simplemente no analizamos porque incluso podemos vivir ignorando su existencia. Para ello, debemos desarrollar la conciencia de sí mismo antes que todo. Y es posible que así los hechos que resultan evidentes puedan ser observados a la luz de una nueva perspectiva.
Al parecer, buena parte de lo que nubla la conciencia es un legado de creencias fuertemente adheridas a la psique. A veces lo “evidente”, no lo es para todo el mundo.
http://www.nytimes.com/2010/09/21/science/21consciousness.html?src=twt&twt=nytimes
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