Por Daisaku Ikeda
Traducido por Hasardevi
[©Seikyo Shimbun]
El Budismo enseña que el mismo poder que mueve el universo existe dentro de nuestra vida. Cada individuo tiene un inmenso potencial, y un gran cambio en la dimensión interior de la vida de un individuo tiene el poder de tocar la vida de los demás y transformar la sociedad. Cuando cambiamos nuestra determinación interior, todo comienza a moverse en una nueva dirección.
La esperanza, en este sentido, es una decisión. Cuando poseemos el tesoro de la esperanza, podemos extraer nuestro potencial interior y nuestra fortaleza. Una persona que tiene esperanza siempre puede avanzar.
La esperanza es una flama que nutrimos dentro de nuestro corazón. Puede ser encendida por alguien más –por las alentadoras palabras de un amigo, pariente o mentor- pero debe ser desplegada y mantenerse ardiendo a través de nuestra propia determinación. Es sumamente importante nuestra determinación de continuar creyendo en la dignidad y las ilimitadas posibilidades tanto de nosotros mismos, como de los demás.
Mahatma Gandhi condujo la lucha no violenta para independizarse del régimen colonial Británico contra una fuerza desigual. El fue, en sus propias palabras, “un optimista irrefrenable”. Su esperanza no se basaba en las circunstancias, incrementándose o bajando según las cosas fueran mejor o peor. Más bien, su esperanza se basaba en una inquebrantable fe en la humanidad, en la capacidad de las personas para el bien. Él se rehusaba absolutamente a abandonar su fe en en el prójimo.
Mantener la fe en la bondad esencial de la gente y el consistente esfuerzo para cultivar esta bondad en nosotros mismos –como Gandhi lo probó, es la clave para desencadenar el gran poder de la esperanza. Al creer en nosotros mismos y en los demás en esta forma –librando permanentemente la difícil lucha interior como base de nuestras acciones- podemos transformar una sociedad que a veces parece precipitarse hacia la oscuridad en un mundo humano e iluminado en donde toda la gente sea tratada con respeto.
Puede haber momentos en que, confrontados con la cruel realidad, estemos al borde de perder toda esperanza. Si no podemos sentir confianza, es tiempo de crear alguna. Podemos hacerlo cavando más profundo dentro de nosotros, buscando siquiera un pequeño rayo de luz, y hacer posible una manera para comenzar a romper el estancamiento que tenemos ante nosotros. Y, en realidad, nuestra capacidad para la esperanza puede expandirse y fortalecerse por circunstancias difíciles. La esperanza que no ha sido puesta a prueba no es más que un sueño frágil. La esperanza comienza a partir de este desafío, este esfuerzo por aspirar a un ideal, no obstante cuán distante pueda parecer.
Es mucho mejor perseguir un remoto, incluso aparentemente imposible objetivo que engañarnos pensando que no debe tenerse esperanza ante cosas así. Creo que la tragedia fundamental en la vida no es la muerte física. Más bien, es la muerte espiritual de perder la esperanza, dándonos por vencidos en nuestras propias posibilidades de crecimiento.
Mi maestro, Josei Toda, escribió: “En busca de grandes personajes del pasado, encontramos que permanecieron invictos ante las dificultades de la vida, nadando contra la corriente. Se aferraron a esperanzas que parecían simples sueños fantásticos a otras personas. No permitieron que nada les detuviera o les desalentara para hacer realidad sus aspiraciones. La razón de esto, estoy seguro, es que sus esperanzas no fueron dirigidas hacia el cumplimiento de deseos personales o intereses propios, sino que se basaban en un deseo para la felicidad de todas las personas, y esto les imbuía extraordinaria convicción y confianza."
Aquí se refirió a una verdad de crucial importancia: la esperanza real se encuentra en comprometernos con vastos objetivos y sueños –sueños como un mundo sin guerra y sin violencia; un mundo donde todos puedan vivir con dignidad.
Los problemas que enfrenta nuestro mundo intimidan por su profundidad y complejidad. Algunas veces parece ser muy difícil ver por donde, o cómo empezar. Pero no podemos paralizarnos por la desesperación. Debemos tomar acción hacia los objetivos que nos hemos trazado y en los cuales creemos. En lugar de aceptar las cosas pasivamente como son, debemos embarcarnos en el reto de crear una nueva realidad. Es en ese esfuerzo que la verdadera e imperecedera esperanza se encuentra.
Daisaku Ikeda es el presidente de la Soka Gakkai Internacional. Autor de numerosos libros y diálogos, filósofo y Poeta Laureado, un verdadero “constructor de la paz”. Una versión más larga de este ensayo apareció por vez primera en Hold Hope, Wage Peace (2005) editado por David Krieger y Carah Ong, disponible en www.wagingpeace.org.
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